Ahora mismo estoy en una etapa en la que únicamente fotografío cuando siento la necesidad de hacerlo. Y trato de captar momentos de mi entorno que significan algo para mi. Fotografías de la gente que quiero en un día normal, en un encuentro de fin de semana, en un viaje a cualquier parte. Fotografías que se convierten en recuerdos, experiencias que quedan inmortalizadas.
Si uno siempre vuelve a sus orígenes, este está siendo mi caso.
Y como no podía ser de otra manera, hay ciertas excepciones. Y lo son porque sé que el acto de fotografiar no será para mi un acto mecánico, sino una experiencia que habrá valido la pena vivir como testigo y sentirlo como cercano. Es una magia difícil de explicar, pero ocurre. Personas que no conoces absolutamente de nada de repente al terminar la sesión sientes una conexión tal que no quieres terminarla, que quieres seguir con ellos y sientes que también ellos contigo. Que por puro instinto sabes que tienes que dejarlos pero antes hay abrazos infinitos de despedida y gratitud mutua por un momento mágico compartido. Y sientes que esas personas que eran desconocidas dos horas antes, casi podrían ser amigos tuyos para siempre. No es un acto razonable, no tiene lógica, pero es así. Y es increíble. Porque ese tiempo que has estado ahí, has dejado atrás las cosas feas de la vida, de las noticias, de las cosas difíciles que habitan en tu cabeza de ese día a día que de algún modo te atrapan y en cierto modo te consumen poco a poco… Y en cambio, te abres de tal modo que te das cuenta de lo fácil que es querer y dejarse querer cuando uno está abierto a hacerlo.
Cuando Nick me contactó y me explicó que venía con su pareja desde California a la Costa Brava para pedirle matrimonio allí mismo y que buscaba un fotógrafo que fuera testigo del momento de la pedida, tuve claro que quería estar allí. Y para ser sincero lo que me motivó por encima de todo no fue la pedida, sino que dos americanos vinieran por aquí y pudieran disfrutar de nuestro bonito entorno. Me gustaba más esa idea que el acto por el cual Nick quería un fotógrafo.
Pero después ocurre lo inevitable. Como espectador de una película de algún modo te acabas metiendo dentro y sufres con el protagonista para que todo le salga bien. En el momento clave estaba yo sufriendo por si ella decía que no. En el momento posterior casi me sentía en una nube como ellos jajaja! Eso es implicación, eso es el método Stanislavski de meterse en el papel. Yo estaba encantado con ellos, con el momento, con el entorno, con el día que hacía y con el buen rollo que se creó. Y todo con mi inglés de primaria, pero entendiéndonos en todo.
Volvía a casa con esa sensación de haberme despedido de dos amigos y de haber vuelto al principio, de donde vengo, de usar la cámara como herramienta para inmortalizar experiencias con personas que en ese momento fueron importantes para mi.